Calle sin salida
Pense que me seguiría el juego hasta el final, como tantas veces, sé que me vio salir de su departamento después que deslice el sobre amarillo por debajo de su puerta, sé que ella en el fondo lo esperaba, esa gran capacidad lúdica que la sorpredía tanto y que la enamoró una tarde de Mayo, pero veo que no ha cambiado nada, su coraje pesa menos que su alma y me deja abandonado frente a la casa de Mann, con todos los deseos arrugados en mi mano, con toda mi voluntad de volver a amarla sin egoísmos y encontrar aquella felicidad que nos incendió el alma durante tanto tiempo. Mann esta detrás de esa puerta, esperando que lo salvemos, aguardando sentado que entremos abrazados y sonriendo una vez más y le digamos que ya llegó la hora de salir de su escondite, de su cruel condena de setenta y siete años. Abro nuevamente el sobre y despliego la hoja pequeña que D leyó minutos antes y que ahora la vuelvo a leer yo. La nota dice toda la verdad sobre Mann, sobre nosotros dos y sobre la muerte de dos amigos que fueron también amantes y que a partir de ahora serán invisibles el uno para el otro para el resto de sus malditas vidas, al igual que Hector Mann.
K.